Djokovic asalta el Olimpo de Nadal y Federer
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Djokovic asalta el Olimpo de Nadal y Federer
El número uno vence a Berrettini (6-7, 6-4, 6-4 y 6-3) y con 20 grandes iguala el récord histórico del español y el suizo. Es su sexto triunfo en Londres, el tercero consecutivo, y ha hecho pleno este curso.
Al chico le acaba de tocar la lotería. En su escalada hacia el box para abrazarse triunfalmente con los miembros de su equipo, Novak Djokovic (6-7(4), 6-4, 6-4 y 6-3 a Matteo Berrettini) acepta el selfi en directo y el joven se queda ojiplático, porque acaba de retratarse con el hombre que ha triunfado por sexta vez en Wimbledon, por tercera ocasión consecutiva; con el campeón que ha ganado los tres grandes de la temporada y que ahora, después de tantas y tantas vueltas, se codea por fin de tú a tú con Rafael Nadal (35 años) y Roger Federer (39). El serbio (34) también colecciona 20 grandes y el litigio a tres bandas entra en un territorio desconocido, atractivo a más no poder: máxima igualdad, y todo vuelve al principio. O no.
“Tengo que rendirles tributo. Son leyendas de nuestro deporte, la razón de que yo esté aquí. Ellos me han hecho mejor. El viaje ha sido muy largo, pero esto no termina aquí”, advierte Nole, impecablemente de blanco y que sigue, sigue y sigue devorando la historia a dos carrillos, recortando diferencias a bocados.
Vence el balcánico de nuevo y da otro golpe de efecto. Tres de tres este curso, en la tarea que verdaderamente le ataña a él y a los otros dos gigantes. Históricamente a remolque, logra el vigésimo major –el séptimo de los últimos 12 dirimidos– y vuelve a dejar su sello en Londres, donde se aproxima a Federer (ocho para el suizo) y acecha a su ídolo, Pete Sampras (siete). Pero no le basta. Djokovic aspira a la excepcionalidad, quiere ser único,
y mientras degusta el éxito mira hacia el horizonte y vislumbra Tokio, los Juegos, y un poco más allá Nueva York, donde podría desmarcarse y gobernar por primera vez en solitario, sentado él solo en el altar.
Lo quiere todo. Así viaja Nole hacia el infinito, no sin antes resolver una final plagada de astillas y puñetera, resuelta a golpe de autoridad y mucha cabeza. Aunque abrió el duelo con una doble falta y algunas imprecisiones, en cuanto se sacudió la tensión que arrastraba desde el vestuario y calibró bien el revés comenzó a abrir trecho.
No quería dilatarlo Djokovic, que iba expandiendo pista y encontrando ángulos con relativa holgura, advirtiendo, deseoso de cerrar rápido la primera manga para enviar un mensaje doble: aquí el que manda soy yo, no hay fisuras.
Y no las había, hasta que de tanto acelerar y de tanto echar carbón al fuego, tropezó. Excesivo ímpetu, señal de hambre. Se pasó de rosca en el primer parcial, mientras Berrettini aguantó el chaparrón, entero pese a la embestida. Sin perder el color, el italiano salvó una bola de set y conforme recuperó el sitio y se adentró un par de zancadas en la pista, se reenganchó y contragolpeó. Cartas arriba los dos.